Las Víctimas del olvido.-
Cuatro
años han transcurrido desde que comenzó el genocidio
iniciado en marzo del año 2020.
De
forma insistente y machacona nos desinformaban a diario los medios de comunicación
acerca de la situación en España, y éstos mismos medios nos mostraban una falsa
realidad y unas medidas que supuestamente adoptaban otros países para combatir
la pandemia.
La
táctica más eficaz desde que el hombre es hombre, la más efectiva históricamente
para someter al hombre, la mejor para enfrentarnos entre nosotros mismos, no es
otra que la dictadura del miedo.
No es
contenido de estas reflexiones hablar sobre los protocolos basados en
decisiones políticas, el cierre de centros de atención primaria a la ciudadanía,
el hacinamiento en salas de urgencias de los hospitales, de la expedición de certificados
de defunción donde se atribuía el fallecimiento de muchas personas a la señalada
enfermedad.
No
hablaremos de los protocolos de las residencias, en virtud de los cuales se les
administraba a muchos ancianos medicamentos para dormir con la finalidad de
combatir simples resfriados, no hablaremos de los protocolos aplicados a los
centros de salud donde se podrían haber atendido enfermedades crónicas
pulmonares con unas simples mascarillas de oxígeno, no hablaremos de la
intubación de las personas que entraban con un simple resfriado en las salas de
urgencias de los hospitales, y un lardo etcétera de medidas genocidas contra el
pueblo, no, ese no es el objeto de este artículo.
Me rompía
el alma escuchar frases en voz bajita, durante situación de dictadura sanitaria,
tales como “no me dejaron despedirme de mi padre” “entró con un pequeño
resfriado y salió muerto” “a mi hijo se lo llevaron y él estaba sano”…..
Y es
que intubar directamente a gente con enfermedades pulmonares crónicas,
prescribir en las residencias a ancianos con enfermedades pulmonares o simples
resfriados medicamentos para dormir simplemente fueron en mi opinión asesinatos
premeditados.
Y ahora escucho con indignación que nunca estuvimos obligados a vacunarnos, a pesar de que esa no es la realidad que todos conocemos. Persecución laboral, personal, mediática, en fin, muerte civil de muchas personas que de forma inhumana escuchaban las presiones e insultos de los ciudadanos convertidos en comisarios políticos al estilo de las guerras.
Todos sabemos que las medidas impuestas desde arriba llovían como dogmas sobre la conciencia
y la moral vacía de muchos ciudadanos. De forma sencilla, se establecía una
moral social donde el convertirse en una persona buena y socialmente aceptada consistía
en obedecer de forma ciega las recomendaciones de las autoridades, carentes de un fundamento filosófico, moral, jurídico y como no,
sanitario.
Parece
ser que tres años después hay todavía mucha gente qué todavía no se ha enterado
de absolutamente de nada y le siguen el juego a los medios de comunicación
creyendo a pies puntillas todo sobre lo que nos desinforman a diario.
Ahora es cuando llega la segunda parte: las consecuencias de la imposición por parte
de las farmacéuticas y de sus brazos ejecutores, los Estados, de las vacunas
que siempre estuvieron en fase de pruebas.
En esta
segunda parte de la película escucho, en los últimos tiempos, de forma insistente las
siguientes palabras: Ictus, infartos, turbo cánceres, trombos……¿no os suenan de
verdad?
Con voz
pequeña se oía hace un par de años por parte de los familiares de las víctimas, que la
causa no era otra que la espiritual pócima, sin embargo, ahora, con la
proliferación de cánceres ocasionados de forma repentina en personas de 20, 30,
40 y 50 años, ictus o trombos causados a las 24 horas del pinchazo….muchas
personas han optado por no cortarse y decir en voz muy alta y sin rodeos:
“ Ha
sido la vacuna.”
Con una población diezmada, enfermiza, deprimida y desencantada creo que los colaboracionistas empiezan a preguntarse los porqués, quizás un poco tarde, y cómo no, de forma silenciosa ya que si lo entonaran en voz alta, irían contra sus propios actos y reencontrarse con un examen de conciencia sería demasiado duro para ellos.
Los
fallecidos de la primera fase han sido olvidados de forma capciosa, se ha
impuesto una ley del silencio que han conseguido acallar las conciencias de la
gente que ha sido en todo momento colaboracionista del desastre y los que han protestado no les han escuchado.
Parece que ahora a pesar de los pesares, cambian las tornas, los colaboracionistas comienzan a ser las víctimas de la idolatría hacia el gobierno, del culto a los medios de comunicación y a los dogmas que éstos últimos vomitaban a través de los canales de difusión de forma machacona e insistente.
Hace
poco escuché de un viudo de una víctima de la vacuna, las siguientes frases y
que creo que son las que yo creo que ahora pululan por una multitud de personas
que se vacunaron y colaboraron activamente y que nos deberían hacer pensar a
todos, y que no son otras que las siguientes: “me he quedado con cara de tonto” “nos obligaron” “fue la
vacuna” “nos engañaron”
Y
después de esto, sobre lo que divago y reflexiono muchas veces de forma
desordenada ahora me pregunto cuál será la siguiente fase de las reflexiones? ¿serán
capaces, los que habiéndose investido de unos dogmas impuestos por el estado y
los medios de comunicación han sido víctimas de su propia arrogancia? ¿reaccionarán,
entonarán el mea culpa?
Pregunto
en voz alta…..¿Qué será lo siguiente?